UnoYunO, unoconunoyasisucesivamente

La paja mal usada puede ser peligrosa. Los millones de onanistas babilónicos están solos, llegan a la noche, apagan la luz. Prenden la tele o mil pantallas. Bajan rápido. Explotan fugaces. Consumen cuerpos. Es todo un ciclo que no llega a nada, en un círculo hedonista lleno de uno mismo, a su vez vacío y egoísta. Va y vuelve sobre las mismas líneas imperfectamente redondas. Sinuosidad que en el eterno retorno se vuelve mecánica, robótica, enferma. En ese ritual maquiavélico, obsesivo, rutinario, sádico y masoquista, busca el placer en el relleno, lo objetal. Se le borra el alma y la escencia, como un drogadicto buscando rápida evasión. Una ilusión que complete por un fugaz segundo, por un momento artificioso provocado por la absurda sinergia de la oscuridad y la mente. Recreando imágenes autocomplacientes. Excitantes y/o delirantes, hermosas y/o aterradoras, ambiguas y/u/o fascinantes. Como el pajero de Dalí. Es que a veces puede más el ritmo de otros, las expectativas que se ponen sobre los objetos, las formas y los fantasmas fantásticos fantaseosos fanáticos de la fanta. Y en ese mismo instante se tragan símbolos. Se devoran construcciones mórbidas, exuberantes, desagradables, irrisorias, magníficas, obscenas, absurdas, hipérboles de momentos que no existen. Deformes y angustiados, seducidos por un misterio mucho mayor. Excitados vuelven siempre sobre lo mismo. Envueltos en una mezcla de saliva y sudor, explotan aislados. Muertos. Jadeando. Y vuelven a ser uno para otra vez repetir el ciclo.

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